Foto: EFE. / Un hombre camina entre los escombros del lugar donde se derrumbaron edificios tras el terremoto, en el sureste de Turquía
Los supervivientes están confrontados a situaciones durísimas de falta de agua y precarias condiciones sanitarias.
El balance del terremoto que sacudió hace una semana Turquía y Siria ascendió en las últimas horas a más de 35.000 muertos y, ante las escasas perspectivas de encontrar supervivientes, los esfuerzos se centran ahora en ayudar a los millones de personas que se quedaron sin hogar.
Una semana después del sismo de magnitud 7,8 que sacudió la región, el balance confirmado es de 35.331 muertos, 31.643 en Turquía y 3.688 en Siria, lo que convierte a este cataclismo en el quinto más mortífero desde el inicio del siglo XXI.
Avalancha de llamadas
Pero, aunque cada vez es más difícil, todavía se hallan personas vivas entre las montañas de cascotes de las ciudades que quedaron destruidas tras el terrible temblor.
El lunes, un niño de 12 años fue rescatado en la provincia de Hatay, 182 horas después del terremoto, informaron los medios turcos.
Los supervivientes de la tragedia están confrontados a situaciones durísimas de falta de agua y precarias condiciones sanitarias.
En la localidad turca de Kahramanmaras, cerca del epicentro, se instalaron 30.000 tiendas de campaña y hay 48.000 damnificados en escuelas y otras 11.500 personas albergadas en centros deportivos.
Hatice Goz, una psicóloga voluntaria en la provincia de Hatay, dijo que reciben “una avalancha de llamadas” de padres desesperados preguntando por sus hijos desaparecidos.
La ciudad turca de Antakya, una localidad milenaria, conocida como Antioquía en la Antigüedad, quedó arrasada y el terremoto derribó la mezquita más antigua del país.
“Este lugar tiene un significado muy importante para nosotros”, se lamentó Havva Pamukcu. “Era un lugar preciado para todos nosotros, turcos y musulmanes. La gente tenía la costumbre de venir aquí ante de hacer el peregrinaje a La Meca”.
En la ciudad, los equipos de retirada de escombros comenzaron a trabajar y a instalar baños de emergencia. Un reportero de la AFP dijo que volvió la señal de telefonía.
El vicepresidente turco, Fuat Oktay, dijo el domingo que 108.000 edificios quedaron dañados y que 1,2 millones de personas están siendo albergadas en alojamientos estudiantiles y 400.000 damnificados fueron evacuados de la región.
El coste económico del desastre podría ascender a más de 84.000 millones de dólares, estimó la federación de empresas Turkonfed en un informe el lunes.
En Turquía crece la indignación por la mala calidad de los edificios y la respuesta gubernamental.
Centrarse en Siria
En Siria, se teme que el balance de víctimas sea mucho más elevado. El jefe de emergencias de la ONU, Martin Griffiths, tiene que presentar una evaluación de la situación en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, tras visitar la región este fin de semana.
“Hasta ahora le hemos fallado a la gente del noroeste de Siria. Tienen derecho a sentirse abandonados, esperando una ayuda internacional que no ha llegado”, dijo el domingo este responsable de la ONU.
Los suministros son vitales para un país donde el sistema de salud y la infraestructura están en ruinas tras el conflicto que opone el gobierno de Al Asad con varios grupos rebeldes que controlan parte del territorio.
Por el cruce de Bab al Hawa pasaron diez camiones de la ONU rumbo al noroeste del país, según un periodista de AFP.
El convoy llevaba materiales como plásticos para confeccionar albergues de emergencia, cuerdas y mantas, pero también herramientas como destornilladores y clavos. Pero, según funcionarios de la ONU, se necesita muchísimo más para los millones de personas que se quedaron sin casa.
“Ahora estamos centrados en ayudar al pueblo sirio”, dijo el enviado de la ONU Geir Pedersen en Damasco.
Puntos de cruce
La situación es especialmente grave en Siria, ya devastada por más de una década de guerra civil. El presidente sirio, Bashar al Asad, aislado y sujeto a sanciones, pidió ayuda internacional para “la reconstrucción de las infraestructuras” destruidas por el sismo en el país, donde la ONU estima que más de cinco millones de personas se quedaron sin casa.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo que Asad acordó abrir dos nuevos pasos fronterizos -Bab al Salam y Al Rai desde Turquía hasta el noroeste de Siria- para permitir el ingreso de ayuda.
Antes del sismo del 6 de febrero, casi toda la ayuda humanitaria destinada a los más de cuatro millones de personas que viven en los sectores controlados por los rebeldes en el noroeste del país procedía de Turquía por el paso Bab al Hawa.
“La apertura de estos puntos de cruce, además de facilitar el acceso humanitario, acelerar las aprobaciones de visas y facilitar los viajes entre los centros, permitirá que entre más ayuda, más rápido”, dijo Guterres.
/RI/Fuente: Página Siete