(La Paz, 4 de junio 2021).- Jeanine Áñez nombró a su primer gabinete el 13 de noviembre de 2019. Se rodeó de excolegas de confianza en el Senado, en el Legislativo. Detrás de la presidenta transitoria, el poder eran ellos, incluyendo a un Óscar Ortiz que lo ejercía cuando no era parte del séquito de ministros.
La detención de Arturo Murillo en Estados Unidos, el hombre fuerte del mandato de la exasambleísta beniana, por el escándalo de la compra de material antidisturbios, con acusaciones de lavado de dinero y sobornos de por medio, ha vuelto a poner sobre el tapete el papel del “núcleo duro” de Áñez.
El recuento de daños y la investigación de la Fiscalía sobre esta adquisición con un sobreprecio de $us 2,3 millones han provocado el lanzamiento de dardos de exministros contra este círculo de confianza, al que responsabilizan de varias de las equivocaciones de la exmandataria que ahora está detenida en la cárcel de Miraflores.
Sin duda, apenas Áñez comenzó a ponerse el traje presidencial, que fue antes de su autoproclamación del 12 de noviembre de 2019 —según se desprende de reuniones extralegislativas impulsadas por un grupo de “padrinos” en instalaciones de la Universidad Católica—, decidió rodearse de “amigos” para asumir el mando.
El periodista Julio Peñaloza, en un artículo en Nodal, afirma que Murillo y Ortiz diseñaron y ejecutaron la llegada al poder de la exlegisladora de Unidad Demócrata (UD), pese a que ello estaba viciado por la ilegalidad. Aparte, un integrante del gabinete de Áñez, quien pidió reserva en su identidad, señaló que todavía como segunda vicepresidenta del Senado, ella ya tenía su lista de ministros.
Derrocado el gobierno de Evo Morales e investida por los militares con la banda presidencial, el entorno de Áñez se conformó con sus excolegas de UD, con los que tenía una relación muy estrecha: Murillo tomó la cartera de Gobierno, Yerko Núñez la de Obras Públicas, Álvaro Coímbra (diputado supraestatal) la de Justicia y Álvaro Guzmán (diputado) la de Energías.
Los factores Murillo y Ortiz
Fue su “núcleo duro” junto a Ortiz. En segunda línea estaban, principalmente, María Elba Pinckert, senadora de UD que fue designada titular de Medio Ambiente y Agua, y Víctor Hugo Zamora, su excolega del Partido Demócrata Cristiano (PDC), cuota que es atribuida a Jorge Quiroga, precisamente uno de los que “apadrinó” a Áñez.
La firma de tres decretos ha puesto en la mira de la Fiscalía a 16 ministros de la mandataria transitoria, normas que dieron carta blanca a Murillo y Luis Fernando López, quien dirigió el Ministerio de Defensa, para la compra de gases, estopines y balines de goma por $us 5,6 millones, de los que solo se pagó $us 3,3 millones a la proveedora brasileña Cóndor.
Exintegrantes del gabinete han reaparecido para lavarse las manos y apuntar a excolegas como Murillo, indicando que Áñez se dejó llevar por su entorno de confianza, que la “cercaron”. Una de las que enarbola ese discurso es Roxana Lizárraga, exministra de Comunicación que se fue a Estados Unidos, una defensora de Carlos Sánchez Berzaín, prófugo de la justicia por la masacre de octubre de 2003.
En el programa Encontrados, relató que Murillo asumió tanto poder que intentó conformar un Ministerio de Comunicación paralelo, junto a Érick Foronda —exasesor de la Embajada de Estados Unidos, que fue contratado por Murillo y luego fue secretario privado de Áñez— y María Landívar, senadora suplente de Ortiz, con quienes se definía toda la agenda y las visitas a la presidenta.
Lizárraga apuntó al jefe de Unidad Nacional (UN), Samuel Doria Medina, de haber sugerido a Murillo como ministro, lo que fue negado por el vicepresidenciable en la fallida candidatura de la mandataria. Precisamente sobre este tema, la exministra reveló que Murillo y Foronda dibujaron la polémica postulación de Áñez, presionando para que se destinen recursos para una encuesta a pedido, que solvente la candidatura.
Más todavía, Lizárraga contó que otro de los más influyentes era Ortiz, incluso antes de ser primero ministro de Desarrollo Productivo y luego de Economía, o sea, en su época de senador. “Era también muy cercano Óscar Ortiz, que estaba más en el Palacio de Gobierno, en el despacho de la presidenta, que en la misma Asamblea Legislativa”.
Jerjes Justiniano, quien fue ministro de la Presidencia de Áñez y es considerado una cuota del excívico cruceño Luis Fernando Camacho, exaliado del gobierno transitorio, señaló que, sin duda, Murillo era el poder detrás del trono y que ejercía una “influencia notoria” en la mandataria, al punto de que estuvo detrás de destituciones ministeriales como las de José Luis Parada y el mismísimo Ortiz, o del procurador José María Cabrera.
Y añadió que fue testigo del poder de Ortiz. “Inclusive el senador Ortiz, que no era parte del Ejecutivo, en un principio era muy cercano a la presidenta. En varias ocasiones yo lo vi en el Palacio, en reuniones, inclusive cuando las sostuvimos con la comunidad europea; era un grupo de ministros, la presidenta y el propio Ortiz”.
El exministro no duda en afirmar que otros influyentes eran Núñez, Coímbra y Guzmán; es decir, Áñez trasladó su entorno de confianza en el Legislativo al Órgano Ejecutivo. Ellos son llamados por Lizárraga como el bloque de “los benianos”, eran amigos de la mandataria por su natal Beni y su trabajo en el Legislativo.
Precisamente este grupo es el que acompaña a Áñez en la cárcel, por el caso denominado “golpe de Estado”. Coímbra y Guzmán se encuentran en el penal de San Pedro, mientras que Núñez, otro de los “grandes amigos” de la expresidenta, se declaró en la clandestinidad y tiene orden de aprehensión, al igual que los exministros Pinckert y Zamora, prófugos.
Murillo espera su audiencia en Estados Unidos, programada para el lunes. López, quien prefirió a Áñez a seguir siendo fiel a Camacho, huyó a Brasil, según las investigaciones. Y la Fiscalía cierra más el cerco al “núcleo duro” de la exmandataria no solo por el caso Gases, sino por otros hechos signados por la corrupción y la vulneración de derechos humanos.
/RI/Fuente La Razón